NAM, de María Fernanda Ampuero Narración Sr Cosas
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Ampuero (Guayaquil, 1976), la autora de dos formidables libros de cuentos, Pelea de gallos y Sacrificios humanos, revela que pudo escribir Visceral porque ha pasado “mucho tiempo” de varias de las historias que se cuentan en el libro. “Yo estoy con la menopausia y creo que tiene muchas cosas complicadas y muy jodidas, pero tiene una muy buena y es que no te importa ya lo que digan, el debe ser, y eso te da una fuerza y una energía que cuando eres adolescente la usas para rabiar y tirar puertas y cuando tienes esta edad lo que haces es decir: ‘esto me sobra’, ‘esto es tóxico’, ‘esto no es para mí’, y no le tienes tanto miedo a la soledad y no le tienes tanto miedo a ofender o herir a alguien porque si ese alguien te está hiriendo tienes que decirlo”, plantea la autora de los libros de crónicas, Lo que aprendí en la peluquería y Permiso de residencia. “Yo llevo haciendo terapia muchos años -reconoce-. Cuando la gente me pregunta si escribir es terapéutico, si este libro (Visceral) es terapéutico, les digo que no; terapéutico es ir a terapia, no escribir un libro. La terapia me ha permitido procesar quizá un poco más rápido lo que he vivido sin culparme tanto sobre lo que me ha pasado, sin seguirme castigando sobre cosas que ya no dependen de mí”. La escritora ecuatoriana observa que hay muchas mujeres que están atravesadas por los mismos dolores. “Cada una a nuestra manera somos supervivientes y tenemos derecho a contar nuestra historia de supervivencia”. -¿Por qué se habla tan poco de la depresión? ¿Aún hay cierto temor a “tener un loco” en la familia? -Me sorprende que me lo preguntes tú en Buenos Aires. ¿Pero entonces por qué todo el mundo tiene su psicólogo? ¿Va porque es como una actividad como pilates? Yo no lo entiendo (risas). Yo comparo la depresión con cualquier otra enfermedad, con algo crónico. Tienes que hacerte diálisis de vez en cuando, por ejemplo. Tienes un soplo en el corazón y tienes que tomar una pastilla o tienes soriasis. Yo puedo tener esta vida, esta carrera, hablar contigo, hacer las cosas normales entre comillas, porque tengo una medicación. Y no me da ningún tipo de vergüenza decirlo. ¿Por qué la salud mental tiene que ser una cosa vergonzante? Como buena ecuatoriana, obviamente ir al psicólogo y al psiquiatra era una cosa que no hacía. Yo no conocía a nadie que fuera a terapia en Ecuador. Cuando viví en Buenos Aires, estaba somatizando muchos nervios; era la primera vez que vivía sola, sin el cobijo de mis padres. Todos los médicos que consultaba me decían que no veían nada en lo físico y me recomendaban ir a un psicólogo. Aquí comprendí que hay que hablar de estas cosas que te asustan, que son fantasmas y demonios que tienes en tu cabeza. En ese sentido, Argentina me ayudó un montón a normalizarme. Luego en España, mis primeras amistades eran psiquiatras. Como cuento en el libro, me divorcié paralelamente a la muerte de mi padre en Ecuador y a enterarme de mi infertilidad en 2017; todo fue como una bomba atómica que cayó sobre mi vida. Tenía problemas al respirar, parálisis del sueño, pesadillas terribles. Una vez me pasó que soñaba que me estaban asfixiando, pero era yo que me estaba tapando la cara, o sea me estaba tapando la nariz y la boca yo misma y no me podía mover. Tuve la suerte de que a mi alrededor había psiquiatras y entonces una de mis amigas psiquiatras me dijo: “creo que necesitas medicación”. Y me recomendó una psiquiatra que tuvo que bancarme más llanto del que se ha visto nunca en ningún sitio. A veces le decía, ¿me puedo quedar aquí todo el día? Te juro que no voy a hablar, me voy a meter en esa esquina y me voy a quedar sentada. Estar con mi psiquiatra era el único lugar seguro. A mi se me había muerto mi papá, mi matrimonio y mi hijo o hija nunca tenido; eran muchos duelos sucesivos y me salvó mi psiquiatra y la medicación que me empezó a dar. Que no es milagrosa, que la gente no se piense que te tomas dos pastillas y al instante estás bailando porque no es así. Pero por lo menos me ayudó a mantener un cierto deseo de vivir. Fuente : https://www.pagina12.com.ar/743331-ma...
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