360: Pasión por la gloria de Dios - 19/1/2025 - #1335
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Pastor José Luis Cinalli
19/1/2025
Pasión por la gloria de Dios
“El propósito de Dios… es que nosotros… glorifiquemos a Dios…”, Efesios 1:12 (NTV, NT-BAD).
19/1/2025
Pasión por la gloria de Dios
“El propósito de Dios… es que nosotros… glorifiquemos a Dios…”, Efesios 1:12 (NTV, NT-BAD).
El plan supremo de Dios es gloriarse a sí mismo a través de su creación; por lo tanto, el propósito del hombre es dar gloria a su Creador. “Yo los he creado para mi gloria…”, Isaías 43:7 (NTV). Dios no solo nos ha creado sino que lo ha hecho con un propósito: nos creó “para alabanza de su gloria”,fesios 1:12 (RV60). La Biblia dice que Dios “creó… al hombre a su imagen…”, Génesis 1:27. Las imágenes se erigen para mostrar el original; eso significa que el hombre fue creado para reflejar la gloria de Dios; somos reflectores del Señor. Y cuando cumplimos con el propósito de glorificar a Dios somos más felices. Cuanto más profundizamos la búsqueda de la gloria de Dios, nos sentimos más completos y realizados. Nada inspira más pasión en la vida diaria que conocer el propósito por el que fuimos creados y sentir de todo corazón que estamos en armonía con el Creador.
¡El mundo debería ver la gloria de Dios en nosotros! “Dios… manifiesta… su gloria en los que hizo objeto de su amor y de antemano preparó para esa gloria”, Romanos 9:22-23 (BDA2010). Creados para dar gloria a Dios significa dar a conocer a Dios. Glorificar podría ser traducido como embellecer; es decir, hacer algo más hermoso de lo que es. Pero ese no es el sentido bíblico. Dios no puede ser hecho más glorioso o más hermoso de lo que ya es. Él no puede ser mejorado y no “no tiene necesidad de honores… rendidos por los seres humanos…”, Hechos 17:25 (CST). Glorificar no quiere decir agregarle más gloria a Dios sino darlo a conocer para que Él sea deseado y conocido en las naciones: “Al pueblo que formé para mí mismo, para que proclame mi alabanza”, Isaías 43:21 (BAD). La magnificación de la gloria de Dios es el gran objetivo de la redención.
Dios revela su gloria por medio de Su creación. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos… Día tras día no cesan de hablar; noche tras noche lo dan a conocer… Su mensaje se ha difundido por toda la tierra y sus palabras, por todo el mundo…”, Salmo 19:1-4 (NVI, NTV). El Salmo está en tiempo presente. Los cielos “están contando”, el firmamento “está anunciando” un mensaje. Todo el día, todos los días predican un sermón que es escuchado en la tierra: ¡Dios existe y todo el mundo debe glorificarlo! Pablo utiliza este Salmo para demostrar que los judíos conocieron la palabra de verdad, pero rehusaron obedecerla: “… ¿De verdad el pueblo de Israel oyó el mensaje? Claro que sí. “El mensaje se ha difundido por toda la tierra, y sus palabras, por todo el mundo”, Romanos 10:18 (NTV). Luego dice: “… Las cualidades invisibles de Dios… se perciben claramente a través de lo que él creó… A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias… y cambiaron la gloria de Dios… adorando y sirviendo a los seres creados antes que al Creador…”, Romanos 1:20-25 (NVI). El hombre ha desplazado a Dios como el centro del universo. Ya no camina mirando al cielo, y por no mirar por dónde o adónde va, cae. La esencia del pecado es ponernos a nosotros mismos en el lugar de Dios. La raíz del pecado de la idolatría es el egoísmo. El hombre hace un ídolo, le trae ofrendas y le dirige oraciones. ¿Para qué? Para que sus planes prosperen y sus sueños se realicen. Lamentablemente la perspectiva de vivir centrados en Dios se ha perdido en estos días, incluso en la iglesia. Sustituir la supremacía de Dios por la del hombre es un acto suicida. El que quiera escapar de la ira venidera deberá alinearse con el propósito de glorificar a Dios en todo.
Todo se trata de la gloria de Dios, incluso nuestra salvación. “Me preocupé por mi santo nombre, al cual mi pueblo trajo vergüenza entre las naciones… Los llevaré de regreso a su tierra, pero no porque lo merezcan sino para proteger mi santo nombre… Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo… Recuerden… que no lo hago porque lo merezcan…”, Ezequiel 36:21-32 (NTV). “… Por el amor y la honra de mi nombre… te rescataré…; sí, por amor de mí mismo. No permitiré que se manche mi reputación, ni compartiré mi gloria con los ídolos”, Isaías 48:9-11 (NTV). El derramamiento de gracia y restauración tiene más que ver con la gloria de Dios que con nuestro propio bien. Qué gran responsabilidad tenemos al reflejar la gloria de Dios en las naciones. Nuestra desobediencia echa por tierra la reputación de Dios, mientras que nuestra obediencia lo glorifica. Pero cuidado, la gracia de Dios tiene un límite. Dios no permitirá que su nombre sea profanado indefinidamente. ¿Qué pasa cuando desvirtuando el propósito divino de reflejar su gloria, nos quedamos con ella? Sobreviene la debacle. Aunque el Señor es lento para la ira y grande en misericordia, no tolerará eternamente a quienes rehúsen darle gloria. Dios dijo: “No le daré mi gloria a nadie más…”, Isaías 42:8 (NTV). “No permitiré que se manche mi reputación, ni compartiré mi gloria…”, Isaías 48:11 (NTV). ¿Por qué se enojó Dios con los constructores de la torre de Babel? Porque quisieron quedarse con Su gloria. Ellos dijeron: “Edifiquemos… una torre que tenga su cúspide llegando al cielo, para podernos hacer un nombre para nosotros mismos… hagámonos famosos”, Génesis 11:4 (Kadosh, BJ2). El propósito de la primera sociedad humana era: ¡excluir a Dios y auto-exaltarse! El hombre siempre ha procurado abrirse camino en este mundo y construir su propio imperio en la tierra. Sus aspiraciones nunca se dirigen hacia Dios o hacia el cielo. ¿Y cómo termina una sociedad que no tiene en cuenta a Dios? Como la de Babel, en la confusión y la ruina, Isaías 8:9.
Herodes tampoco le dio gloria a Dios: “… Se puso sus vestiduras reales, se sentó en su trono y… dio un discurso. El pueblo le dio una gran ovación, gritando: “¡Es la voz de un dios, no la de un hombre!”. Al instante, un ángel del Señor hirió a Herodes con una enfermedad, porque él aceptó la adoración de la gente en lugar de darle la gloria a Dios. Así que murió carcomido por gusanos”, Hechos 12:21-23 (NTV). Qué contraste ofrece esta escena con aquella en que Cornelio le da la bienvenida a Pedro. Cuando intentó tributarle honores divinos, el apóstol le dijo: “Ponte de pie, que solo soy un hombre como tú”, Hechos 10:26 (BAD). Este Herodes era el nieto de Herodes el Grande, quien fue rey cuando Jesús nació y responsable por la muerte de los niños de Belén. El capítulo 12 del libro de los Hechos comienza con Herodes asesinando a Santiago, el apóstol del Señor (versículo 2) y termina con el ángel del Señor matando a Herodes, versículo 23. La lección más importante es ésta: si te opones a Jesús, pierdes. El deseo de ser un político popular lo impulsó a perseguir a la iglesia. Herodes buscaba su propia gloria y toda vez que una persona persiga la alabanza de los hombres estará camino a una colisión contra Dios. Y eso fue lo que sucedió con Herodes. En medio de una de sus espléndidas demostraciones de auto-exaltación cruzó la raya de la paciencia divina y murió comido por gusanos. Si un hombre se levanta contra Dios se vuelve más débil que un gusano. Es una locura cometer traición contra el Creador del Universo. No podemos ganar. El error de Herodes es uno de los más comunes. En el momento en que nos enorgullecemos de nuestras habilidades y nuestros logros, sin reconocer que son un regalo de Dios, repetimos el pecado de Herodes. Cuando Nabucodonosor se jactó diciendo: “¡Qué grande es Babilonia! ¡Yo fui quien la hizo grande y hermosa, para mostrar mi poder a todo el mundo!” (Daniel 4:30, TLA) Dios le dijo: “A partir de este momento dejarás de ser rey… vivirás… entre los animales. Comerás hierba del campo… hasta que reconozcas que el Dios altísimo es el único rey de este mundo…’”, Daniel 4:31-32 (TLA). Es cosa seria robarle la gloria a Dios. Saúl lo hizo cuando “levantó un monumento en su propio honor” (1º Samuel 15:12, NTV) y Dios le quitó el reino. Absalón “mandó hacer en su honor un monumento…” (2º Samuel 18:18, TLA) y terminó en la ruina. Y qué decir del rey Baltasar. Desafió a Dios y Daniel le dijo: “Dios… concedió a tu padre Nabucodonosor reino y grandeza, gloria y poderío… Pero como se hizo soberbio… fue destronado y se le quitó su gloria… hasta que reconoció que el Dios Altísimo tiene poder sobre el reino de los hombres… Y tú, su hijo… a pesar de que sabías todo esto… no has glorificado al Dios que tiene en sus manos tu vida y tus caminos. Por eso… Dios ha contado los días de tu reinado y ha señalado un límite… Aquella misma noche… el rey… fue asesinado”, Daniel 5:18-30 (BDA2010).
Conclusión. Resolvemos como decisión inquebrantable vivir y promover la gloria de Dios. Que todos nuestros deseos, pensamientos, palabras, ambiciones y actividades tiendan a exaltar y enaltecer la gloria de Dios. Que la gloria de Dios sea el fin supremo en el ejercicio de nuestras disciplinas espirituales, en el estudio, las relaciones, el trabajo, la familia, el ministerio y en la vida privada. Resolvemos hacer siempre lo que glorifique a Dios y promueva el honor divino. Que nuestra meta sea vivir para Dios y por su gloria.
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