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Presentación del informe INTEC 2022 «Diez tecnologías para impulsar a España»

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El 23 de noviembre de 2022 tuvo lugar en la Fundación Rafael del Pino el acto de presentación del informe INTEC 2022 “Diez tecnologías para impulsar a España”, que contó con la participación de Javier García Martínez, presidente de la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada y Catedrático Rafael del Pino; Manuel de León, profesor de investigación en matemáticas del Consejo Superior de Investigaciones (CSIC) y académico de número de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; Emma Fernández, consejera independiente de las corporaciones Axway, Metrovacesa, Openbank y GIGAS; y Fernando Temprano, fundador de Talantia y experto en gestión de I+D e innovación y tecnología. El acto se inició con la intervención de Javier García, quien presentó el informe. Según García, la tecnología es la oportunidad para España porque, cuando hay incertidumbre, los países con mayor diversidad tecnológica, más basada en el conocimiento, son más resilientes. Lo vemos desde la crisis de 2007, en la que los países que respondieron mejor y salieron fortalecidos son aquellos que tenían economías diversas, que apostaban por la innovación, en cantidad de dinero y en calidad sobre cómo están integrados los factores de la innovación. Si fuera tan fácil, todos los países podrían hacerlo. ¿Cómo hacemos que el conocimiento y el talento que tenemos en nuestro país mejore la calidad de vida de nuestros ciudadanos, la calidad de nuestro empleo y fortalezca nuestro sector colectivo? Las empresas compiten con el talento que tienen. Las diez tecnologías para impulsar España empiezan con la tecnología para la detección de bacterias resistentes. Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud nos están recordando año tras año que la gran amenaza sanitaria para el plantea es la resistencia a los antibióticos. Si no tuviéramos antibióticos contra las bacterias, moriría muchísima gente. Hoy estamos viendo que las bacterias son cada vez más resistentes a los antibióticos, sobre todo por el abuso de ellos. Hace falta desarrollar nuevas estrategias. Lo que proponemos son técnicas para identificar aquellas bacterias que sean más peligrosas, con nuevos sensores, con nuevas técnicas. Cuesta más desarrollar un nuevo antibiótico, unos mil setecientos millones de euros y dos años de trabajo, que poner un cohete en el espacio. La inversión es enorme y las bacterias evolucionan mucho más rápido que nosotros, con lo que hay que encontrar otras alternativas. Por eso, hemos puesto el énfasis en conocer al enemigo. Otra tecnología que es fundamental, por cómo está cambiando España, por cómo están creciendo nuestras ciudades, es la movilidad inteligente. Es un tema que tenemos pendiente, que está excesivamente politizado y en el que hace falta que los expertos nos den distintas alternativas, en el que está la electrificación, pero también las matemáticas, los algoritmos, para conocer mejor las opciones que tenemos para desplazarnos de forma más sostenible y que no haya parte de la población que no pueda moverse por problemas de movilidad, de acceso, de llegada a las zonas clave. Muchas personas están discriminadas y no pueden acceder a servicios porque no se pueden mover en las ciudades que hemos construido. Esto hay que ponerlo como un elemento crítico del debate. Buena parte de la transición energética está basada en elementos que no tenemos, o tenemos muy poco. Algunos elementos, como el litio, están concentrados en muy pocos países y podemos tener problemas de cárteles potenciales como la OPEP. Pero con otros, simplemente no tenemos suficiente cantidad. No hay suficiente platino para ponerlo en los catalizadores de los coches. La solución puede ser las nuevas baterías basadas en el sodio, o en el magnesio, en sustitución del litio. Estas tecnologías están basadas en elementos abundantes, pero todavía no nos dan los resultados del grupo del platino. Gran parte de la actividad química está basada en trabajar con elementos abundantes, como el hierro o el sodio, para obtener rendimientos similares. Lo que reciclamos bien, como el aluminio o el vidrio, es abundante. Aquello que es escaso, los elementos que están en nuestro móvil, como el vanadio o el wolframio, son imposibles de reciclar. Ahí tenemos el gran reto. Otra tecnología, que ha sido muy reconocida, es el uso de las matemáticas para un mundo más sostenible. A veces no sabemos hacer la conexión entre las matemáticas y un mundo más sostenible. Pero solo con algoritmos vamos a conocer mejor el mundo y encontrar soluciones que no son obvias para los grandes problemas que tenemos. A veces es dar más sentido a los datos que tenemos, pero también analizar mejor realidades como el cambio climático, o ver cómo diferentes medidas van a dar uno u otro resultado gracias a los avances en inteligencia artificial y en computación. España ahí es líder. La siguiente tecnología es el metaverso. Tenga forma de Second Life 2.0, sea realidad aumentada diferente, es verdad que cada vez más va a haber una industria que no va a estar en lo físico, sino en lo virtual. La parte que le falta al metaverso es cómo integrar la biología, lo emocional, lo humano. Una de las asignaturas pendientes del metaverso es la sostenibilidad. No solo es el gasto en energía, sino esas pantallas enormes, visores, wearables, dependen de elementos muy escasos, algunos de ellos tóxicos. Quisimos destacar como una de las tecnologías los fertilizantes inteligentes. Es importante disponer de estos nuevos fertilizantes, que respondan a la demanda del suelo y que no se utilicen de forma sobreabundante. El problema que estamos viendo con el Mar Menor es que se abusa en exceso de fertilizantes que son muy baratos, que mejoran la productividad de los campos, pero, cuando vienen las lluvias, llegan al Mar Menor. Los fertilizantes inteligentes están encapsulados mediante nanotecnología. Estas cápsulas se abren en función de cambios en la composición del suelo. De la misma manera que la medicina personalizada libera el medicamento solamente en el tumor, los fertilizantes artificiales también responden a ese tipo de estímulos, de manera que solo se abren si la planta necesita más nitrógeno o fósforo. Esto es posible y es deseable porque un menor uso de fertilizantes ahorra gas natural y genera menos CO2. Ahí hay una gran oportunidad que es fundamental para España no solo por el peso de la agricultura en nuestra economía, sino también porque tenemos una gran empresa de fertilizantes que ha estado siempre en España porque venía gas de África a muy buen precio. Otra de las tecnologías, muy relacionada con esta y con la nanomedicina, son los materiales teranósticos. Son materiales que, a la vez que detectan un tumor, una enfermedad, son capaces de liberar un medicamento. Esto es importante porque uno de los grandes avances en nanomedicina es que es relativamente sencillo llevar nanopartículas a tumores, por ejemplo, para la detección de cáncer de mama. El avance de los últimos años es que en esa partícula que nos permite mejorar la resonancia magnética nuclear es que pueden ser cápsulas que se abran y liberen un medicamento potentísimo -que si se liberase en cantidades indiscriminadas tendría unos efectos secundarios terribles-, que se libera solo en el tumor y con una concentración minúscula, la necesaria para acabar con el tumor. Esto está dando grandes resultados y, en España, con una población tan envejecida, esto es clave, además con grandes grupos de investigación. La siguiente tecnología son los robots. Hay toda una nueva familia de robots, por ejemplo, enjambres de robots que sirven para tratar enfermedades, o interactuar con determinadas superficies. También hay una nueva generación de robots blandos, más parecidos a un organismo, que pueden interactuar, adaptarse, moverse y que, incluso, pueden circular por el interior de nuestras venas y llevar a cabo operaciones cuando hay trombosis, cuando hay problemas de circulación. Este año hubo un robot que, durante cinco días, fue capaz de llevar a cabo todas las operaciones de un laboratorio, como tensar, separar, descubrir nuevos compuestos químicos, de forma aislada, sin intervención humana. Vamos a ver toda una nueva dimensión de robots. La penúltima tecnología es el turismo de las cosas. Estamos familiarizados con el internet de las cosas, que los objetos que nos rodean interactúen con nosotros, sean capaces de conectarnos con la red. Imaginemos lo que esto supone para la experiencia del viaje, desde que empieza a imaginar el viaje, entrar en el ordenador, comprar los billetes, la experiencia virtual del hotel, de la ciudad en la que puede estar. Luego, cuando está realmente viajando, interactuando con un cuadro, con un castillo o una catedral, aprendiendo cosas nuevas. Y cuando vuelve cuenta en las redes sociales todo lo que ha hecho. Se trata de poner toda esta tecnología en toda la experiencia del viaje, porque en España es clave y pensábamos que iba mucho más allá del turismo inteligente porque hace énfasis en las cosas, en lo que nos rodea cuando estamos viajando, y cómo lo conecta con esa experiencia visual, con el metaverso. Si no lo hacemos, vamos a seguir compitiendo con Turquía y Túnez. La última tecnología es la captura y transformación del CO2. Es un cambio de paradigma, de forma de pensar, porque el CO2 es uno de los grandes problemas que tenemos. Buena parte del cambio climático se debe a las emisiones de CO2. Durante un tiempo estuvimos pensando como reducir las emisiones, mejorando la eficiencia de los procesos químicos. También estuvimos pensando en su captura. Pero ahora hay algo nuevo. El CO2 es como una roca, es el residuo de la combustión, es completamente estable, y lo podemos convertir en todo tipo de cosas útiles. Podemos convertirlo en combustibles solares, en combustibles para aviones. Esto se está escalando en Madrid, en el IDEA Energía. Incluso, una cosa más sorprendente, con luz solar el CO2 se puede transformar en todo tipo de hidrocarburos. También se pueden generar monómeros para plásticos. La urgencia está en que otros avanzan más que nosotros. Cuando uno avanza, se corre el peligro de no ver dónde están los demás corredores. En China son conscientes de que generan buena parte de la mejor ciencia del mundo. Ahora, una de sus prioridades es hacer la transformación que llevaron a cabo Corea del Sur y Japón, para dejar de producir barato y producir alta tecnología porque eso es lo que va a definir el siglo que viene. En España se genera parte del mejor conocimiento del mundo y progresamos, pero hay que ver a qué velocidad avanzan otros. España ha perdido ocho puntos en diez años en el indicador de complejidad de la economía. Somos el país número treinta y dos en complejidad económica. Somos muy buenos en los campos en los que estamos, pero la cuestión es que al igual que las diez empresas más importantes de Wall Street hoy son completamente diferentes a las diez empresas a principios de los 2000, en España las grandes empresas del Ibex de principios de los 2000 son las mismas que tenemos ahora. Eso no es problema, está bien. El problema es a qué velocidad están cambiando los otros. No hemos caído ocho posiciones porque no estemos innovando. Lo estamos haciendo, pero otros lo están haciendo más rápidamente. Si no actuamos, no podremos mantener el Estado del bienestar. Nuestra renta y nuestros costes laborales ya están en la media de Europa. Pero si no podemos competir con nuestros pares, aquellos que pagan como nosotros y tienen nuestros mismos costes, no vamos a poder pagar esos sueldos, ese Estado del bienestar. Por eso, la innovación es una cuestión de seguridad económica del país. Si uno produce lo que está al principio de la escala de valor, saca poco provecho, porque es poca complejidad económica. Es fantástico que España produzca energías renovables y las lleve a Alemania. Pero si esos electrones que se producen en España los utilizamos para la fabricación de moléculas de alto valor añadido, no le venderemos a Alemania la materia prima barata para que nos vendan los productos químicos caros que necesitamos. Además, España tiene una industria química desarrolladísima, setecientos mil puestos de trabajo directos e indirectos, 5,6% del PIB, grandes empresas químicas. La materia prima del futuro va a ser los electores y los fotones. No se la vendamos a los demás. Aprovechemos toda esa riqueza que tiene el país para producir aquí esos bienes. Un país que carece de un proyecto común ilusionante no es atractivo. Lo que une a un país es un proyecto común. La ciencia, la tecnología, la innovación, puede ser ese proyecto. Un proyecto que no es desconocido para España. Es lo que impulso la edad de plata de la ciencia en España, lo que movía a Blas Cabrera, a Enrique Moles, a los grandes científicos, pocos, que pensaban en una España del conocimiento hace cien años. Las tecnologías están bien, pero para que se conviertan en realidad hacen falta personas que quieran asumir riesgos. A continuación, tuvo lugar la mesa redonda en la que, además de Javier García, participaron Manuel de León, Emma Fernández y Fernando Temprano. Emma Fernández: Tenemos un país que está en una zona geográfica, Europa, que corre menos que otras zonas geográficas. La intensidad de la innovación no llega al 3%. Todavía estamos en el 2,32%. Cuando miramos el caso español, estamos en torno al 1,4%. Eso es especialmente bajo en nuestras empresas, en las que se dan dos circunstancias. Una de ellas es el tamaño. Tenemos una estructura de empresas bastante pequeñas donde está resultando bastante difícil incorporar innovación y nuevas formas de hacer. El capital humano que tenemos en nuestras empresas tiene un bajo conocimiento científico y tecnológico. En Europa, aproximadamente el 20% de las empresas cuenta con profesionales de conocimientos digitales, mientras que en España estamos en el 16%. Otro problema adicional es esa cultura del riego y de la innovación, que no es suficiente, especialmente en las grandes corporaciones. Las compañías innovan cuando tienen clientes innovadores. Tener un cliente que exige, que obliga a poner encima de la mesa productos en el estado del arte y posicionarte de forma diferencial permiten generar productos competitivos a nivel internacional. Porque el otro gran problema que la empresa española no ha terminado de solucionar es que el mercado de la innovación es un mercado internacional. Hemos mejorado mucho en la proyección internacional de la empresa española, pero tenemos que hacer más. Manuel de León: Presentarse a un proyecto europeo no es un problema de ambición, sino de gestión. Para implicarse en un proyecto de cierta envergadura necesitas gestores que te ayuden a prepararlo y eso es una cosa que falta en España. Las universidades apenas tienen gestores para ayudar presentarse o buscar socios para emprender una aventura mayor que la de tu laboratorio o equipo de investigación. Ocurre tanto en los centros de investigación como en las universidades y es el miedo a tener que enfrentarte a una serie de formularios o regulaciones, que da un poco de pánico poner a hacer esas cosas porque parecen complicadas, aunque luego no lo son. Con gestores que ayudaran a hacer eso se obtendrían más proyectos. El gran boom de las matemáticas es la inteligencia artificial, que ahora lo llaman machine learning, y que utiliza matemáticas y estadística, que tienen que ver con la creación de los algoritmos. En España, eso es otro problema que tenemos, que nos falta montar más equipos multidisciplinares, más ambición, apoyo institucional, con lo que hay pocos matemáticos que estén en ello. Hay que ver cómo se maneja la ingente cantidad de datos que se generan para poder identificar patrones y manejarlos en tu beneficio. Eso es lo que ahora están aportando las matemáticas a la invención tecnológica. Por eso, tenemos un boom en las matemáticas, pero fatal empujar desde las universidades ese tipo de acciones. También hay una inercia a no hacerlo porque los puristas no lo ven bien. En Francia, el informe sobre el impacto económico de las matemáticas dice que, para sacar el máximo partido a nuestro talento debemos comprender que las matemáticas son indispensables para la innovación y condicionan nuestro lugar entre los líderes tecnológicos del milenio. El informe sigue diciendo que la soberanía nacional de Francia descansa, más que nunca, en su soberanía matemática. Me gustaría que en España se pudiera decir algo semejante. Fernando Temprano: Estar en un sitio donde pasan cosas quiere decir que hay estímulos, discusión, competencia, ejemplos, todo un conjunto de cualidades que no están relacionadas con dedicar más o menos recursos. Hay un tema de fondo, una cultura, una forma de pensar y una voluntad, por ejemplo, en Israel. En el fondo de su ecosistema había la voluntad de hacerlo bien como consecuencia de la voluntad de sobrevivir como sociedad. Cuando hay esa voluntad y te enfrentas a la competencia, tienes otro espíritu para conseguir cosas, lo que lleva a que, cuando compites fuerte, no llegas solo. Tienes que crear un ecosistema como la única forma de ir muy rápido. Ahora mismo, lo importante en esta sociedad de cambio constante, que va muy rápido, no es tener ideas brillantes, sino generar ideas más rápido que los demás y llevarlas a la práctica. Ese es el modelo, que es complejo, con elementos de fondo que, en ocasiones y desde el punto de vista de la empresa, de la academia y de la política, se tienen en cuenta. Javier García: Necesitamos nuevas formas de liderazgo. Los líderes actuales no están dando la talla, son incapaces de llegar a acuerdos, no solo en el COP-27 sino, también, en el G-20. Las grandes tecnológicas que nos hacían grandes promesas están despidiendo a miles de personas sin dar una explicación, solo con un tuit. Por tanto, necesitamos un nuevo liderazgo, no solo tecnológico, sino también humano. Cuanto más tecnológica es nuestra sociedad, más humana tiene que ser la educación, en valores, con un nuevo tipo liderazgo desde la conversación, porque todos estos cambios involucran a la sociedad. Necesitamos una nueva narrativa porque esto no está funcionando. Emma Fernández: Vivimos en un mundo cada vez más dual, donde hay cosas muy buenas, pero, desgraciadamente, se han abierto muchas brechas que no estamos siendo capaces de gestionar y que están haciendo que haya mucha gente que se esté quedando por el camino. En uno de los ecosistemas que tenemos en España, en el que están unos cien emprendedores que han levantado, solo este año, mil quinientos millones de euros en sus compañías, y que ya generan trescientos mil puestos de trabajo directos e indirectos y tienen en la lista cinco unicornios. Esos valores que contaba Fernando estaban allí, las grandes corporaciones con grandes líderes que dedican parte de su tiempo a estos emprendedores; grandes instituciones del conocimiento, nacionales e internacionales, que les permiten acceder a conocimiento, y una red de empresas en la que todos se ayudan entre todos, lo que permite hacer cosas excepcionales. Hay mucha gente que está contribuyendo desde el liderazgo. Pero estamos en un mundo en el que hemos pasado de lo complicado a lo complejo, y lo complejo significa que es muy difícil solucionarlo todo con la misma receta. Seguimos en un mundo en el que no nos atrevemos a segmentar las políticas. Seguimos en un mundo de café para todos y no puede ser café para todos. Las desigualdades solo se van a solucionar haciendo políticas específicas para determinados segmentos de población, o para determinados tipos de empresas en cada sector, aunque los demás no se beneficien. Seguimos con el café para todos y queremos una subida lineal del 4% para todos, en lugar de diferenciar entre quien aporta más para subirle más. Esa cultura todavía no la tenemos suficientemente desarrollada. Javier García: Otro tema fundamental para el liderazgo es que se lidera para una realidad que ya no existe. El Estado nación del XIX ya no es el Estado de hoy. Los problemas a los que nos enfrentamos son diferentes, el cambio climático, la realidad energética. Los líderes empresariales están acostumbrados a rendir cuentas a los accionistas, no a los clientes o la sociedad. No se está liderando para la realidad que subyace, que es el individuo, que se puede sentir más o menos identificado con el Estado nación, con la empresa o con el accionista. Ahí están cambiando las cosas más rápido de lo que lo hacen las estructuras de las que nos hemos dotado para dirigir organizaciones o países. Los problemas a los que nos enfrentamos son comunes, pero luego los Estados se enfrentan a realidades nacionales que no tienen nada que ver con lo que intentamos resolver. Manuel de León: La Agenda 2030 no es solamente un pin que se pone uno en la solapa. Son los diecisiete objetivos del desarrollo sostenible en los que todas estas tecnologías son fundamentales para responder a esos retos. La Agenda 2030 es de 2015, de hace siete años, y llevamos siete años perdidos porque eso no ha calado en la sociedad. Los políticos aprueban estas cosas, pero luego no las ponen en marcha, o no las ponen en marcha como habría que ponerlas. En el Parlamento se ha creado una comisión para la tecnología y la ciencia que ha hecho cuatro informes. ¿Cuáles son las consecuencias de esos informes? No lo sabemos. Javier García: La ciencia no debe tomar las decisiones, pero tiene que estar en la mesa donde se tomen las decisiones. La realidad es que durante el Covid nos dijeron que había una comisión de expertos, como en otros países, pero seguimos sin esa herramienta. No hay un asesor científico del gobierno como sí lo hay en otros países. Muchas veces pensamos que la ciencia nos va a solucionar los problemas, pero la ciencia lo que nos da son soluciones y luego los humanos tienen que tomar decisiones. Pero eso es lo que nos cuesta. Ahora es el tiempo del ciudadano/consumidor. Cada vez que consumimos, que actuamos en las redes sociales, tenemos capacidad de liderazgo. Esa es la nueva forma de liderazgo mucho más desde el individuo, tomar esa capacidad de dirección en vez de esperar a que nos resuelvan los problemas y echar la culpa a los otros. Tenemos que asumir ese protagonismo y retomar el liderazgo desde la ciudadanía. Fernando Temprano: Los líderes están utilizando modelos mentales de una realidad anterior. Pero la complejidad del mundo ha aumentado tanto que hay que cambiar los modelos mentales para poder gestionar esto. Una posible solución es el debate público basado en hechos. Los políticos toman decisiones basadas en posiciones políticas, no en datos. Hay un efecto crisis de competencia que es lo que hace que cambies. Son las crisis, la competencia, ese tipo de cosas, las que obligan a cambiar. Un presidente de una empresa me pidió que le ayudara en los temas de innovación, en el cambio. Contesté que dependía de la respuesta a dos preguntas. La primera es: ¿vas a liderar tú, personalmente, la innovación y el cambio? Eso no se hace con un departamento de innovación. Se hace de arriba abajo. Me dijo sí. Segunda pregunta: ¿vas a gestionar tú todos los conflictos que vas a generar como consecuencia de apostar por la innovación? Porque la innovación es cambio. El cambio choca contra formas de pensar y de hacer y contra intereses del estatus quo. Para que el cambio ocurra tiene que haber alguien en la empresa preocupado por su futuro que, desde el liderazgo, tome la decisión de ponerse a cambiar. Javier García: Ahí está el riesgo de utilizar los fondos europeos para subcontratar la innovación. Cuantos casos estamos viendo de subcontratar la digitalización de las empresas sin hacer cambios en las personas. Eso está llamado al fracaso. Emma Fernández: Seguimos teniendo una educación con un déficit en idiomas, que, desgraciadamente, cada vez es más local. Eso hace que nuestros directivos estén menos expuestos al mundo internacional que en otras culturas. En España, las carreras profesionales son muy verticales, siguiendo por un solo camino, con lo que las personas llegan arriba y siguen sin poder interactuar. En Estados Unidos la movilidad entre puestos es obligatoria, estás obligado a salir de tu país, a cambiar cada equis tiempo de posición a otra parte de la organización. En las multinacionales españolas esto es menos frecuente. Por tanto, cuando llega la hora de la verdad, te encuentras con profesionales con una experiencia no tan amplia en este proceso de internacionalización. Javier García: No hay más españoles en órganos internacionales porque no ven la ventaja de estar en ellos, porque su mercado está en lo nacional. Complicarse en las dificultades de lo internacional es complejo y no lo hacen. Ahí perdemos una oportunidad porque España, bien por su conexión con Latinoamérica, con el mundo árabe, con nuestra narrativa de país abierto y con el español podía ser clave. Portugal es un ejemplo al respecto; está sobre representado en los organismos internacionales. Nos falta entender que las grandes decisiones se toman fuera, aunque nuestro mercado esté aquí. El comercio internacional, el cambio climático, todas estas decisiones se toman fuera. Manuel de León: Esa oportunidad no la ven los que gestionan, que es muy importante porque ahí se deciden cosas que luego marcan las tendencias. Desde el Gobierno no se apoya.
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El 23 de noviembre de 2022 tuvo lugar en la Fundación Rafael del Pino el acto de presentación del informe INTEC 2022 “Diez tecnologías para impulsar a España”, que contó con la participación de Javier García Martínez, presidente de la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada y Catedrático Rafael del Pino; Manuel de León, profesor de investigación en matemáticas del Consejo Superior de Investigaciones (CSIC) y académico de número de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; Emma Fernández, consejera independiente de las corporaciones Axway, Metrovacesa, Openbank y GIGAS; y Fernando Temprano, fundador de Talantia y experto en gestión de I+D e innovación y tecnología. El acto se inició con la intervención de Javier García, quien presentó el informe. Según García, la tecnología es la oportunidad para España porque, cuando hay incertidumbre, los países con mayor diversidad tecnológica, más basada en el conocimiento, son más resilientes. Lo vemos desde la crisis de 2007, en la que los países que respondieron mejor y salieron fortalecidos son aquellos que tenían economías diversas, que apostaban por la innovación, en cantidad de dinero y en calidad sobre cómo están integrados los factores de la innovación. Si fuera tan fácil, todos los países podrían hacerlo. ¿Cómo hacemos que el conocimiento y el talento que tenemos en nuestro país mejore la calidad de vida de nuestros ciudadanos, la calidad de nuestro empleo y fortalezca nuestro sector colectivo? Las empresas compiten con el talento que tienen. Las diez tecnologías para impulsar España empiezan con la tecnología para la detección de bacterias resistentes. Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud nos están recordando año tras año que la gran amenaza sanitaria para el plantea es la resistencia a los antibióticos. Si no tuviéramos antibióticos contra las bacterias, moriría muchísima gente. Hoy estamos viendo que las bacterias son cada vez más resistentes a los antibióticos, sobre todo por el abuso de ellos. Hace falta desarrollar nuevas estrategias. Lo que proponemos son técnicas para identificar aquellas bacterias que sean más peligrosas, con nuevos sensores, con nuevas técnicas. Cuesta más desarrollar un nuevo antibiótico, unos mil setecientos millones de euros y dos años de trabajo, que poner un cohete en el espacio. La inversión es enorme y las bacterias evolucionan mucho más rápido que nosotros, con lo que hay que encontrar otras alternativas. Por eso, hemos puesto el énfasis en conocer al enemigo. Otra tecnología que es fundamental, por cómo está cambiando España, por cómo están creciendo nuestras ciudades, es la movilidad inteligente. Es un tema que tenemos pendiente, que está excesivamente politizado y en el que hace falta que los expertos nos den distintas alternativas, en el que está la electrificación, pero también las matemáticas, los algoritmos, para conocer mejor las opciones que tenemos para desplazarnos de forma más sostenible y que no haya parte de la población que no pueda moverse por problemas de movilidad, de acceso, de llegada a las zonas clave. Muchas personas están discriminadas y no pueden acceder a servicios porque no se pueden mover en las ciudades que hemos construido. Esto hay que ponerlo como un elemento crítico del debate. Buena parte de la transición energética está basada en elementos que no tenemos, o tenemos muy poco. Algunos elementos, como el litio, están concentrados en muy pocos países y podemos tener problemas de cárteles potenciales como la OPEP. Pero con otros, simplemente no tenemos suficiente cantidad. No hay suficiente platino para ponerlo en los catalizadores de los coches. La solución puede ser las nuevas baterías basadas en el sodio, o en el magnesio, en sustitución del litio. Estas tecnologías están basadas en elementos abundantes, pero todavía no nos dan los resultados del grupo del platino. Gran parte de la actividad química está basada en trabajar con elementos abundantes, como el hierro o el sodio, para obtener rendimientos similares. Lo que reciclamos bien, como el aluminio o el vidrio, es abundante. Aquello que es escaso, los elementos que están en nuestro móvil, como el vanadio o el wolframio, son imposibles de reciclar. Ahí tenemos el gran reto. Otra tecnología, que ha sido muy reconocida, es el uso de las matemáticas para un mundo más sostenible. A veces no sabemos hacer la conexión entre las matemáticas y un mundo más sostenible. Pero solo con algoritmos vamos a conocer mejor el mundo y encontrar soluciones que no son obvias para los grandes problemas que tenemos. A veces es dar más sentido a los datos que tenemos, pero también analizar mejor realidades como el cambio climático, o ver cómo diferentes medidas van a dar uno u otro resultado gracias a los avances en inteligencia artificial y en computación. España ahí es líder. La siguiente tecnología es el metaverso. Tenga forma de Second Life 2.0, sea realidad aumentada diferente, es verdad que cada vez más va a haber una industria que no va a estar en lo físico, sino en lo virtual. La parte que le falta al metaverso es cómo integrar la biología, lo emocional, lo humano. Una de las asignaturas pendientes del metaverso es la sostenibilidad. No solo es el gasto en energía, sino esas pantallas enormes, visores, wearables, dependen de elementos muy escasos, algunos de ellos tóxicos. Quisimos destacar como una de las tecnologías los fertilizantes inteligentes. Es importante disponer de estos nuevos fertilizantes, que respondan a la demanda del suelo y que no se utilicen de forma sobreabundante. El problema que estamos viendo con el Mar Menor es que se abusa en exceso de fertilizantes que son muy baratos, que mejoran la productividad de los campos, pero, cuando vienen las lluvias, llegan al Mar Menor. Los fertilizantes inteligentes están encapsulados mediante nanotecnología. Estas cápsulas se abren en función de cambios en la composición del suelo. De la misma manera que la medicina personalizada libera el medicamento solamente en el tumor, los fertilizantes artificiales también responden a ese tipo de estímulos, de manera que solo se abren si la planta necesita más nitrógeno o fósforo. Esto es posible y es deseable porque un menor uso de fertilizantes ahorra gas natural y genera menos CO2. Ahí hay una gran oportunidad que es fundamental para España no solo por el peso de la agricultura en nuestra economía, sino también porque tenemos una gran empresa de fertilizantes que ha estado siempre en España porque venía gas de África a muy buen precio. Otra de las tecnologías, muy relacionada con esta y con la nanomedicina, son los materiales teranósticos. Son materiales que, a la vez que detectan un tumor, una enfermedad, son capaces de liberar un medicamento. Esto es importante porque uno de los grandes avances en nanomedicina es que es relativamente sencillo llevar nanopartículas a tumores, por ejemplo, para la detección de cáncer de mama. El avance de los últimos años es que en esa partícula que nos permite mejorar la resonancia magnética nuclear es que pueden ser cápsulas que se abran y liberen un medicamento potentísimo -que si se liberase en cantidades indiscriminadas tendría unos efectos secundarios terribles-, que se libera solo en el tumor y con una concentración minúscula, la necesaria para acabar con el tumor. Esto está dando grandes resultados y, en España, con una población tan envejecida, esto es clave, además con grandes grupos de investigación. La siguiente tecnología son los robots. Hay toda una nueva familia de robots, por ejemplo, enjambres de robots que sirven para tratar enfermedades, o interactuar con determinadas superficies. También hay una nueva generación de robots blandos, más parecidos a un organismo, que pueden interactuar, adaptarse, moverse y que, incluso, pueden circular por el interior de nuestras venas y llevar a cabo operaciones cuando hay trombosis, cuando hay problemas de circulación. Este año hubo un robot que, durante cinco días, fue capaz de llevar a cabo todas las operaciones de un laboratorio, como tensar, separar, descubrir nuevos compuestos químicos, de forma aislada, sin intervención humana. Vamos a ver toda una nueva dimensión de robots. La penúltima tecnología es el turismo de las cosas. Estamos familiarizados con el internet de las cosas, que los objetos que nos rodean interactúen con nosotros, sean capaces de conectarnos con la red. Imaginemos lo que esto supone para la experiencia del viaje, desde que empieza a imaginar el viaje, entrar en el ordenador, comprar los billetes, la experiencia virtual del hotel, de la ciudad en la que puede estar. Luego, cuando está realmente viajando, interactuando con un cuadro, con un castillo o una catedral, aprendiendo cosas nuevas. Y cuando vuelve cuenta en las redes sociales todo lo que ha hecho. Se trata de poner toda esta tecnología en toda la experiencia del viaje, porque en España es clave y pensábamos que iba mucho más allá del turismo inteligente porque hace énfasis en las cosas, en lo que nos rodea cuando estamos viajando, y cómo lo conecta con esa experiencia visual, con el metaverso. Si no lo hacemos, vamos a seguir compitiendo con Turquía y Túnez. La última tecnología es la captura y transformación del CO2. Es un cambio de paradigma, de forma de pensar, porque el CO2 es uno de los grandes problemas que tenemos. Buena parte del cambio climático se debe a las emisiones de CO2. Durante un tiempo estuvimos pensando como reducir las emisiones, mejorando la eficiencia de los procesos químicos. También estuvimos pensando en su captura. Pero ahora hay algo nuevo. El CO2 es como una roca, es el residuo de la combustión, es completamente estable, y lo podemos convertir en todo tipo de cosas útiles. Podemos convertirlo en combustibles solares, en combustibles para aviones. Esto se está escalando en Madrid, en el IDEA Energía. Incluso, una cosa más sorprendente, con luz solar el CO2 se puede transformar en todo tipo de hidrocarburos. También se pueden generar monómeros para plásticos. La urgencia está en que otros avanzan más que nosotros. Cuando uno avanza, se corre el peligro de no ver dónde están los demás corredores. En China son conscientes de que generan buena parte de la mejor ciencia del mundo. Ahora, una de sus prioridades es hacer la transformación que llevaron a cabo Corea del Sur y Japón, para dejar de producir barato y producir alta tecnología porque eso es lo que va a definir el siglo que viene. En España se genera parte del mejor conocimiento del mundo y progresamos, pero hay que ver a qué velocidad avanzan otros. España ha perdido ocho puntos en diez años en el indicador de complejidad de la economía. Somos el país número treinta y dos en complejidad económica. Somos muy buenos en los campos en los que estamos, pero la cuestión es que al igual que las diez empresas más importantes de Wall Street hoy son completamente diferentes a las diez empresas a principios de los 2000, en España las grandes empresas del Ibex de principios de los 2000 son las mismas que tenemos ahora. Eso no es problema, está bien. El problema es a qué velocidad están cambiando los otros. No hemos caído ocho posiciones porque no estemos innovando. Lo estamos haciendo, pero otros lo están haciendo más rápidamente. Si no actuamos, no podremos mantener el Estado del bienestar. Nuestra renta y nuestros costes laborales ya están en la media de Europa. Pero si no podemos competir con nuestros pares, aquellos que pagan como nosotros y tienen nuestros mismos costes, no vamos a poder pagar esos sueldos, ese Estado del bienestar. Por eso, la innovación es una cuestión de seguridad económica del país. Si uno produce lo que está al principio de la escala de valor, saca poco provecho, porque es poca complejidad económica. Es fantástico que España produzca energías renovables y las lleve a Alemania. Pero si esos electrones que se producen en España los utilizamos para la fabricación de moléculas de alto valor añadido, no le venderemos a Alemania la materia prima barata para que nos vendan los productos químicos caros que necesitamos. Además, España tiene una industria química desarrolladísima, setecientos mil puestos de trabajo directos e indirectos, 5,6% del PIB, grandes empresas químicas. La materia prima del futuro va a ser los electores y los fotones. No se la vendamos a los demás. Aprovechemos toda esa riqueza que tiene el país para producir aquí esos bienes. Un país que carece de un proyecto común ilusionante no es atractivo. Lo que une a un país es un proyecto común. La ciencia, la tecnología, la innovación, puede ser ese proyecto. Un proyecto que no es desconocido para España. Es lo que impulso la edad de plata de la ciencia en España, lo que movía a Blas Cabrera, a Enrique Moles, a los grandes científicos, pocos, que pensaban en una España del conocimiento hace cien años. Las tecnologías están bien, pero para que se conviertan en realidad hacen falta personas que quieran asumir riesgos. A continuación, tuvo lugar la mesa redonda en la que, además de Javier García, participaron Manuel de León, Emma Fernández y Fernando Temprano. Emma Fernández: Tenemos un país que está en una zona geográfica, Europa, que corre menos que otras zonas geográficas. La intensidad de la innovación no llega al 3%. Todavía estamos en el 2,32%. Cuando miramos el caso español, estamos en torno al 1,4%. Eso es especialmente bajo en nuestras empresas, en las que se dan dos circunstancias. Una de ellas es el tamaño. Tenemos una estructura de empresas bastante pequeñas donde está resultando bastante difícil incorporar innovación y nuevas formas de hacer. El capital humano que tenemos en nuestras empresas tiene un bajo conocimiento científico y tecnológico. En Europa, aproximadamente el 20% de las empresas cuenta con profesionales de conocimientos digitales, mientras que en España estamos en el 16%. Otro problema adicional es esa cultura del riego y de la innovación, que no es suficiente, especialmente en las grandes corporaciones. Las compañías innovan cuando tienen clientes innovadores. Tener un cliente que exige, que obliga a poner encima de la mesa productos en el estado del arte y posicionarte de forma diferencial permiten generar productos competitivos a nivel internacional. Porque el otro gran problema que la empresa española no ha terminado de solucionar es que el mercado de la innovación es un mercado internacional. Hemos mejorado mucho en la proyección internacional de la empresa española, pero tenemos que hacer más. Manuel de León: Presentarse a un proyecto europeo no es un problema de ambición, sino de gestión. Para implicarse en un proyecto de cierta envergadura necesitas gestores que te ayuden a prepararlo y eso es una cosa que falta en España. Las universidades apenas tienen gestores para ayudar presentarse o buscar socios para emprender una aventura mayor que la de tu laboratorio o equipo de investigación. Ocurre tanto en los centros de investigación como en las universidades y es el miedo a tener que enfrentarte a una serie de formularios o regulaciones, que da un poco de pánico poner a hacer esas cosas porque parecen complicadas, aunque luego no lo son. Con gestores que ayudaran a hacer eso se obtendrían más proyectos. El gran boom de las matemáticas es la inteligencia artificial, que ahora lo llaman machine learning, y que utiliza matemáticas y estadística, que tienen que ver con la creación de los algoritmos. En España, eso es otro problema que tenemos, que nos falta montar más equipos multidisciplinares, más ambición, apoyo institucional, con lo que hay pocos matemáticos que estén en ello. Hay que ver cómo se maneja la ingente cantidad de datos que se generan para poder identificar patrones y manejarlos en tu beneficio. Eso es lo que ahora están aportando las matemáticas a la invención tecnológica. Por eso, tenemos un boom en las matemáticas, pero fatal empujar desde las universidades ese tipo de acciones. También hay una inercia a no hacerlo porque los puristas no lo ven bien. En Francia, el informe sobre el impacto económico de las matemáticas dice que, para sacar el máximo partido a nuestro talento debemos comprender que las matemáticas son indispensables para la innovación y condicionan nuestro lugar entre los líderes tecnológicos del milenio. El informe sigue diciendo que la soberanía nacional de Francia descansa, más que nunca, en su soberanía matemática. Me gustaría que en España se pudiera decir algo semejante. Fernando Temprano: Estar en un sitio donde pasan cosas quiere decir que hay estímulos, discusión, competencia, ejemplos, todo un conjunto de cualidades que no están relacionadas con dedicar más o menos recursos. Hay un tema de fondo, una cultura, una forma de pensar y una voluntad, por ejemplo, en Israel. En el fondo de su ecosistema había la voluntad de hacerlo bien como consecuencia de la voluntad de sobrevivir como sociedad. Cuando hay esa voluntad y te enfrentas a la competencia, tienes otro espíritu para conseguir cosas, lo que lleva a que, cuando compites fuerte, no llegas solo. Tienes que crear un ecosistema como la única forma de ir muy rápido. Ahora mismo, lo importante en esta sociedad de cambio constante, que va muy rápido, no es tener ideas brillantes, sino generar ideas más rápido que los demás y llevarlas a la práctica. Ese es el modelo, que es complejo, con elementos de fondo que, en ocasiones y desde el punto de vista de la empresa, de la academia y de la política, se tienen en cuenta. Javier García: Necesitamos nuevas formas de liderazgo. Los líderes actuales no están dando la talla, son incapaces de llegar a acuerdos, no solo en el COP-27 sino, también, en el G-20. Las grandes tecnológicas que nos hacían grandes promesas están despidiendo a miles de personas sin dar una explicación, solo con un tuit. Por tanto, necesitamos un nuevo liderazgo, no solo tecnológico, sino también humano. Cuanto más tecnológica es nuestra sociedad, más humana tiene que ser la educación, en valores, con un nuevo tipo liderazgo desde la conversación, porque todos estos cambios involucran a la sociedad. Necesitamos una nueva narrativa porque esto no está funcionando. Emma Fernández: Vivimos en un mundo cada vez más dual, donde hay cosas muy buenas, pero, desgraciadamente, se han abierto muchas brechas que no estamos siendo capaces de gestionar y que están haciendo que haya mucha gente que se esté quedando por el camino. En uno de los ecosistemas que tenemos en España, en el que están unos cien emprendedores que han levantado, solo este año, mil quinientos millones de euros en sus compañías, y que ya generan trescientos mil puestos de trabajo directos e indirectos y tienen en la lista cinco unicornios. Esos valores que contaba Fernando estaban allí, las grandes corporaciones con grandes líderes que dedican parte de su tiempo a estos emprendedores; grandes instituciones del conocimiento, nacionales e internacionales, que les permiten acceder a conocimiento, y una red de empresas en la que todos se ayudan entre todos, lo que permite hacer cosas excepcionales. Hay mucha gente que está contribuyendo desde el liderazgo. Pero estamos en un mundo en el que hemos pasado de lo complicado a lo complejo, y lo complejo significa que es muy difícil solucionarlo todo con la misma receta. Seguimos en un mundo en el que no nos atrevemos a segmentar las políticas. Seguimos en un mundo de café para todos y no puede ser café para todos. Las desigualdades solo se van a solucionar haciendo políticas específicas para determinados segmentos de población, o para determinados tipos de empresas en cada sector, aunque los demás no se beneficien. Seguimos con el café para todos y queremos una subida lineal del 4% para todos, en lugar de diferenciar entre quien aporta más para subirle más. Esa cultura todavía no la tenemos suficientemente desarrollada. Javier García: Otro tema fundamental para el liderazgo es que se lidera para una realidad que ya no existe. El Estado nación del XIX ya no es el Estado de hoy. Los problemas a los que nos enfrentamos son diferentes, el cambio climático, la realidad energética. Los líderes empresariales están acostumbrados a rendir cuentas a los accionistas, no a los clientes o la sociedad. No se está liderando para la realidad que subyace, que es el individuo, que se puede sentir más o menos identificado con el Estado nación, con la empresa o con el accionista. Ahí están cambiando las cosas más rápido de lo que lo hacen las estructuras de las que nos hemos dotado para dirigir organizaciones o países. Los problemas a los que nos enfrentamos son comunes, pero luego los Estados se enfrentan a realidades nacionales que no tienen nada que ver con lo que intentamos resolver. Manuel de León: La Agenda 2030 no es solamente un pin que se pone uno en la solapa. Son los diecisiete objetivos del desarrollo sostenible en los que todas estas tecnologías son fundamentales para responder a esos retos. La Agenda 2030 es de 2015, de hace siete años, y llevamos siete años perdidos porque eso no ha calado en la sociedad. Los políticos aprueban estas cosas, pero luego no las ponen en marcha, o no las ponen en marcha como habría que ponerlas. En el Parlamento se ha creado una comisión para la tecnología y la ciencia que ha hecho cuatro informes. ¿Cuáles son las consecuencias de esos informes? No lo sabemos. Javier García: La ciencia no debe tomar las decisiones, pero tiene que estar en la mesa donde se tomen las decisiones. La realidad es que durante el Covid nos dijeron que había una comisión de expertos, como en otros países, pero seguimos sin esa herramienta. No hay un asesor científico del gobierno como sí lo hay en otros países. Muchas veces pensamos que la ciencia nos va a solucionar los problemas, pero la ciencia lo que nos da son soluciones y luego los humanos tienen que tomar decisiones. Pero eso es lo que nos cuesta. Ahora es el tiempo del ciudadano/consumidor. Cada vez que consumimos, que actuamos en las redes sociales, tenemos capacidad de liderazgo. Esa es la nueva forma de liderazgo mucho más desde el individuo, tomar esa capacidad de dirección en vez de esperar a que nos resuelvan los problemas y echar la culpa a los otros. Tenemos que asumir ese protagonismo y retomar el liderazgo desde la ciudadanía. Fernando Temprano: Los líderes están utilizando modelos mentales de una realidad anterior. Pero la complejidad del mundo ha aumentado tanto que hay que cambiar los modelos mentales para poder gestionar esto. Una posible solución es el debate público basado en hechos. Los políticos toman decisiones basadas en posiciones políticas, no en datos. Hay un efecto crisis de competencia que es lo que hace que cambies. Son las crisis, la competencia, ese tipo de cosas, las que obligan a cambiar. Un presidente de una empresa me pidió que le ayudara en los temas de innovación, en el cambio. Contesté que dependía de la respuesta a dos preguntas. La primera es: ¿vas a liderar tú, personalmente, la innovación y el cambio? Eso no se hace con un departamento de innovación. Se hace de arriba abajo. Me dijo sí. Segunda pregunta: ¿vas a gestionar tú todos los conflictos que vas a generar como consecuencia de apostar por la innovación? Porque la innovación es cambio. El cambio choca contra formas de pensar y de hacer y contra intereses del estatus quo. Para que el cambio ocurra tiene que haber alguien en la empresa preocupado por su futuro que, desde el liderazgo, tome la decisión de ponerse a cambiar. Javier García: Ahí está el riesgo de utilizar los fondos europeos para subcontratar la innovación. Cuantos casos estamos viendo de subcontratar la digitalización de las empresas sin hacer cambios en las personas. Eso está llamado al fracaso. Emma Fernández: Seguimos teniendo una educación con un déficit en idiomas, que, desgraciadamente, cada vez es más local. Eso hace que nuestros directivos estén menos expuestos al mundo internacional que en otras culturas. En España, las carreras profesionales son muy verticales, siguiendo por un solo camino, con lo que las personas llegan arriba y siguen sin poder interactuar. En Estados Unidos la movilidad entre puestos es obligatoria, estás obligado a salir de tu país, a cambiar cada equis tiempo de posición a otra parte de la organización. En las multinacionales españolas esto es menos frecuente. Por tanto, cuando llega la hora de la verdad, te encuentras con profesionales con una experiencia no tan amplia en este proceso de internacionalización. Javier García: No hay más españoles en órganos internacionales porque no ven la ventaja de estar en ellos, porque su mercado está en lo nacional. Complicarse en las dificultades de lo internacional es complejo y no lo hacen. Ahí perdemos una oportunidad porque España, bien por su conexión con Latinoamérica, con el mundo árabe, con nuestra narrativa de país abierto y con el español podía ser clave. Portugal es un ejemplo al respecto; está sobre representado en los organismos internacionales. Nos falta entender que las grandes decisiones se toman fuera, aunque nuestro mercado esté aquí. El comercio internacional, el cambio climático, todas estas decisiones se toman fuera. Manuel de León: Esa oportunidad no la ven los que gestionan, que es muy importante porque ahí se deciden cosas que luego marcan las tendencias. Desde el Gobierno no se apoya.
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